20 libros • traducidos a 35 idiomas • más de 57 millones de libros vendidos • 12 doctorados internacionales • 50 premios en más de 16 países • 2 producciones cinematográficas internacionales • adaptaciones de sus obras (cine, teatro, ópera, ballet, radio y musicales) • Creadora de la Fundación Isabel Allende para ayudar a mujeres y niñas en Chile e internacionalmente
lunes, 18 de noviembre de 2013
Sus palabras, reflexiones.
La gente a menudo me pregunta cuánto hay de verdad en mis libros y cuánto he inventado. Puedo jurar que cada palabra es verdad. Si no hubiera pasado, ciertamente podría pasar. No puedo trazar una linea entre la realidad y la fantasía. Antes me llamaban mentirosa. Ahora que me gano la vida con estas mentiras, me llaman escritora. Quizás deberíamos aferrarnos a la verdad poética. En El Libro de los Abrazos , Eduardo Galeano tiene un cuento corto que me encanta. Para mí, es una metáfora espléndida de lo que es la escritura: Antaño, don Verídico sembró casas y gentes en tormo al boliche El Resorte para que el boliche no se quedara solo. Este sucedido sucedió, dicen que dicen en el pueblo por él nacido. Y dicen que dicen que había allí un tesoro, escondido en la casa de un viejito calandraca. Una vez por mes, el viejito, que estaba en las últimas, se levantaba de la cama y se iba a cobrar la jubilación. Aprovechando la ausencia, unos ladrones, venidos de Montevideo, le invadieron la casa. Los ladrones buscaron y rebuscaron el tesoro en cada recoveco. Lo único que encontraron fue un baúl de madera, tapado de cobijas, en un rincón del sótano. El tremendo candado que lo defendía resistió, invicto el ataque de las ganzúas. Así que se llevaron el baúl. Y cuando por fin consiguieron abrirlo, ya lejos de allí, descubrieron que el baúl estaba lleno de cartas. Eran las cartas de amor que el viejito había recibido todo a lo largo de su larga vida. Los ladrones iban a quemar las cartas. Se discutió. Finalmente decidieron devolverlas. Y de a una. Una por semana. Desde entonces, al mediodía de cada lunes, el viejito se sentaba en la loma. Allá esperaba que apareciera el cartero en el camino. No bien veía asomar el caballo, gordo de alforjas, por entre los árboles, el viejito se echaba a correr. El cartero, que ya sabía, le traía su carta en la mano. Y hasta san Pedro escuchaba los latidos de ese corazón loco de la alegría de recibir palabras de mujer. ¿No es esta la esencia lúdica de la literatura? ¿Un evento transformado por la verdad poética? Los escritores son como esos ladrones buenos. Sacan algo que es real como
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario